martes, 22 de septiembre de 2020

¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 Evangelio según San Lucas 8,19-21.

Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.
Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".
Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
El Libro de Vida

El Evangelio es el libro de la vida del Señor. Es hecho para devenir el libro de nuestra vida. No para ser comprendido, sino para ser abordado como umbral del misterio. No es hecho para ser leído, sino para ser recibido en nosotros. Cada una de sus palabras es espíritu y vida. Ágiles y libres sólo esperan el deseo de nuestra alma para brotar en ella. Vivientes, ellas son como la levadura inicial que actuará en nuestra pasta y la hará fermentar con un modo de vida nueva. (…) Las palabras del Evangelio son milagrosas. Si no nos transforman es porque no le pedimos transformarnos. Pero, en cada frase de Jesús y cada uno de sus ejemplos, permanece la virtud que sana, purifica, resucita. La relación con sus palabras actúa en el ser, como en el paralítico o el centurión, haciendo obedecer de inmediato, plenamente. (…) Para esto, nos ayudará llevar y guardar en nosotros, al calor de nuestra fe y esperanza, la palabra que queremos obedecer. Se establecerá un pacto de vida entre ella y nuestra voluntad. Cuando tenemos nuestro evangelio en las manos, debemos pensar que en él habita el Verbo que quiere hacerse carne en nosotros. Quiere habitarnos, para que con su corazón injertado en el nuestro y su espíritu en nuestro espíritu, comencemos su vida de nuevo en otro lugar, otro tiempo, otra sociedad humana. Profundizar el Evangelio de esta forma, es renunciar a nuestra vida, para recibir un destino que tiene la forma de Cristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario